Elena llega con su familia, sus padres explican el problema y todos parecen estar de acuerdo con lo que le ocurre. Ella está obsesionada con perder el control con su alimentación. Reducía su alimentación de una estricta dieta pero luego no lograba mantenerla hasta caer nuevamente en un atracón. Alternaba en periodos de mucho control con su alimentación hasta días de completo descontrol y atracones para comenzar nuevamente con la dieta restrictiva que culmina en nuevos atracones.
La siguiente solución de Elena fue pedirle ayuda a los padres, pero se observa que esto no ayudo a que las cosas mejorarán sino que lo complicó aún más. Aquí se le quita la responsabilidad a los padres de lo que ocurre con su hija y se establece únicamente la responsabilidad y la intervención con ella. Se les pide a los padres que adopten una «promesa de silencio» es decir, evitar hablar del problema teniendo muy presente la reflexión que al hacerlo el problema de Elena se alimenta aún más.
Luego, durante la sesión y junto con el diálogo estratégico que es una de las intervenciones principales que se hace en la terapia breve estratégica durante la sesión, se comienza con la reestructuración del miedo al ayuno y a las restricciones. La maniobra comienza cuando se le pregunta a Elena a qué debería tenerle más miedo si a los atracones o al ayuno y la restricción. Luego de una serie de preguntas y respuestas creadas especificamente para que la persona perciba algo diferente, la persona comienza algo que antes no había visto, que lo que mantiene el atracón es la restricción de la dieta, es a eso a lo que debe tener más miedo. Elena finalmente responde «Pensándolo bien, intento contenerme, limitar lo que como, pero después explotan las ganas y no puedo dejar de atracarme. Quizá sea el tratar de contenerme lo que desencadena el deseo de comer mucho».
Nardone aquí continúa con la paráfrasis reestructurante, reforzando la nueva perspectiva del problema: «Así es, cada vez que intentas restringir tu alimentación hasta llegar a saltarte las comidas, estás preparando el atracón siguiente. Por lo tanto, a lo que deberías tener verdaderamente miedo no es al atracón, que es una consecuencia, sino a la restricción impuesta por el ayuno, que es su causa.»
Después de dos semanas Elena vuelve a sesión, no se había atracado, se había sentado nuevamente en la mesa con los padres, comiendo en el horario de las comidas, además sus padres habían cumplido con la promesa de silencio y no habían vuelto a hablar del problema con su hija. Elena cuenta con mucha sorpresa que perdió el kilo extra que había ganado con los atracones.
Frente a este claro desbloqueo de la patología se continúa reforzando con la premisa asociada al placer: «Si te lo concedes puedes renunciar si no te lo concedes se vuelve irrenunciable». Luego se prescribe lo siguiente: «por lo tanto, quisiera que de aquí a cuando nos volvamos a ver adoptases la regla de comer sólo y exclusivamente lo que más te guste, incluyéndo lo dentro de las tres comidas habituales, es decir, organiza tus comidas seleccionando los alimentos que más te apetezcan. No las prepares eligiendo las comidas menos peligrosas para ti, es decir, las menos apetecibles, verás que esto te llevará a nuevos descubrimientos».
Para leer el caso clínico completo por favor leer el libro: Más allá de la anorexia y la bulimia (2004), capítulo 4.
Observación
Las principales maniobras de este caso son pedirle a la familia que haga una promesa de silencio con respecto a la dificultad de su hija. Esta primera intervención estratégica, que a simple vista parece muy simple, permite reducir considerablemente las emociones que bloquean a Elena. Los padres pasan de ser alimentadores del problema a evitar alimentarlo, convirtiéndose así en co-terapeutas. Esto significa que, al evitar hablar de la dificultad o de ayudarla, paradójicamente, la están ayudando realmente.
La segunda intervención consiste en una reestructuración de la percepción de la paciente. Dado que antes del pensamiento y la conducta está la percepción, si esta se modifica, puede condicionar tanto el pensamiento como la conducta. En otras palabras, si se logra cambiar la percepción, se puede cambiar todo lo demás. Nardone logra esto no con un lenguaje descriptivo y racional sobre lo que le ocurre a Elena, sino más bien con un lenguaje que evoca emociones. La comunicación estratégica permite que la persona se autoconvenza a sí misma, ya que, mediante preguntas reestructurantes, se la lleva a que comience a tenerle miedo a lo que antes pensaba que era la solución, en este caso, el ayuno o la restricción. Para ello, se utiliza la fuerza del síntoma. De este modo, al igual que un artista marcial, se aprovecha la fuerza del adversario para que se vuelva contra sí mismo, en este caso, el miedo contra el miedo. Elena ahora percibe temor a la restricción alimentaria, que es su solución intentada fallida, la solución que, en lugar de resolver, estaba causando el problema.
Estas dos maniobras estratégicas, realizadas en la primera sesión, tienen el poder de generar un desbloqueo abrupto y repentino de la patología. Y es que la terapia breve estratégica evolucionada ha demostrado que una intervención enfocada en disminuir los síntomas asociados al problema, así como en cambiar la percepción de las personas para que sus soluciones intentadas alimenten la solución en lugar del problema, no solo es capaz de resolver rápidamente, sino que también devuelve al paciente la confianza, la seguridad y el control sobre lo que le sucede ya que el paciente solo tendrá mayor confianza en sus propios recursos al observar que el cambio ocurre de manera breve.
En la segunda sesión, se continúa con la reestructuración y la prescripción de la dieta de la paradoja, con el objetivo de consolidar este desbloqueo en el tiempo. Sin embargo, la parte más importante ya se ha realizado en la primera sesión.
Referencias
Nardone, G. (2004). Más allá de la anorexia y la bulimia. Editorial Paidós Ibérica.